Mi perrita Agnes ha sobrevivido dos veces a la muerte, tiene un corazón muy fuerte.
Si estoy triste lo sabe, entonces lame mi cara haciendo asombrosamente que mis ojos vuelvan a relumbrar. Yo se lo agradezco rascándole la panza con mis grandes manos.
Mis manos son tan grandes, que en ellas caben muchos corazones tan fuertes como el de Agnes.